Despedida en La Cocha
" El Bosque tiene su propia música llamada silencio, consistente en un millón de sonidos "
" El Bosque tiene su propia música llamada silencio, consistente en un millón de sonidos "
Hemos terminado
nuestro programa de la primera etapa de cooperación. Se han cumplido gratamente
las expectativas, el trabajo ha sido muy gratificante para todos los
implicados.
Como final de
fiesta, en dos camionetas, las personas que nos han ayudado durante este tiempo
y los cooperantes, hemos ido de paseo al Encano. Allí hemos disfrutado en un
lugar de ensueño, La Cocha, las fotos expresan mejor que yo la belleza del
lugar.
Un paseo en lancha
nos ha permitido llegar a una isla, La Corota, que tiene un sendero ecológico
lleno de vegetación selvática en el que se respira verdadera paz y unión con la
naturaleza. El sendero nos ha conducido a un mirador espectacular donde las
fotos se hacían a cientos.
De regreso a tierra
era la hora de comer, antes del paseo ya estaba contratada la comida en un
típico restaurante en el que el plato por excelencia es la trucha preparada de
formas muy variadas. Cuando todos estábamos terminando nuestra trucha faltaba
la de Teresita, una de las colaboradoras del programa, al avisar de ello rápido
se pusieron a prepararle la suya.
Todos estábamos
pendiente de que llagara el plato y ¡sorpresa!
vimos salir de la cocina, a toda pastilla, un perro con una trucha en la boca y
tres personas en su persecución. El perro debió darse un buen banquete pues sus
perseguidores volvieron con la lengua fuera y sin trucha. Finalmente después de
la espera apareció el plato de Teresita con su trucha.
Habíamos recibido
una invitación especial por la mañana para asistir a un concurso de danzas
colombianas y como buenos visitantes del país nos presentamos en el lugar
indicado. Sentados en las gradas esperamos más de dos horas a que comenzara el
festival y valió la pena, las danzas eran muy vistosas y espectaculares, con un
ritmo que invitaban a no parar de moverse.
Con la espera, dos de nuestros
jóvenes cooperantes, Eduard y José sintieron la necesidad de una sencilla
función fisiológica y confiados atravesaron un campo verde el que, cuando
quisieron darse cuenta ya no podían salir, se habían hundido en el barro y no
podían sacar los pies. Sus zapatos y pantalones eren poro chocolate.
Finalmente marchamos para que pudieran cambiarse, hacer las maletas y mentalizarnos de que al día siguiente por la mañanita nos despedíamos de Santiago de Putumayo para viajar a Medellín donde nos esperan vivencias nuevas.
Finalmente marchamos para que pudieran cambiarse, hacer las maletas y mentalizarnos de que al día siguiente por la mañanita nos despedíamos de Santiago de Putumayo para viajar a Medellín donde nos esperan vivencias nuevas.
Si nos estás
siguiendo, saludos y un fuerte abrazo.
Atentamente:
Valentina Mejías
Reigada
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